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Arenas del Desierto

Algunos viven una vida como si fuera un remolino y no consiguen salir, aparentan que están estancados, otros prefieren estar solos. La verdad es que, si fuera para estar solos, no construiríamos el relacionamiento, la amistad, este vínculo que nos hace fuertes por completo, superando cualquier depresión y soledad. Es el ancla que mueve a los desorientados.

Hay muchos caminos, pero no todos llevan a Roma, algunos pueden ser trampas donde al final la presa eres tú. A veces en el desierto, por el inmenso calor, hay muchas imágenes que se nos reflejan en el pensamiento diciendo que no somos aptos.

El sol es abrasador, te cuesta respirar, las fuerzas te faltan, la boca se te seca, ¿dónde pedir ayuda? Ahora estás solo, miras alrededor y solo ves arena, todos los recursos que antes tenías se terminaron. Percibes que tus pies te duelen y están llenos de llagas, crees que será imposible seguir, observas un buitre sobre tu cabeza y piensas que es la hora de tu fin.

Te dices a ti mismo: mi pobre cuerpo, al que tanta importancia le he dado durante todo este tiempo, ahora será devorado por esta bestia, en este desierto. Las lágrimas ya son imposibles de salir de tus ojos, salvo una palabra: “si sobrevivo a esto, cambiaré por completo”.

Cuando estás a punto de rendirte, entregado al cansancio y al calor inmenso … Sientes sobre tus labios algo mojado que te hace despertar de la muerte infame. Allí está un hombre de pequeña estatura, abrigado con un turbante y su garrafa de agua, dándome de beber.

Supuse que sería vencido por las arenas del desierto, mas el destino me mostró que, aunque fuera por arduos caminos, siempre sucedería un milagro, el verdadero milagro de la vida. Siempre que te encuentres con Hades, aparecerá una Perséfone para rescatarte.

@todos los derechos Reservados: Robson Marins, escritor, bloguero, pensador, estudiante de psicología, amante de la literatura.