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¿Por Qué Debemos Evitar el Término «Deficiente»?

En la sociedad actual, el uso del lenguaje es fundamental para moldear nuestras percepciones y actitudes. Las palabras tienen poder y, por ello, la elección de cómo nos referimos a los demás puede influir profundamente en la inclusión y el respeto dentro de nuestra comunidad. En este contexto, la utilización del término «deficiente» para describir a personas con discapacidad es una cuestión que merece ser reconsiderada.

Pero, ¿por qué exactamente debemos evitar esta palabra? El término «deficiente» conlleva una connotación peyorativa, ya que sugiere que la persona es «deficitaria» o «incompleta» en algún aspecto que es ampliamente aceptado o valorado por la sociedad.

Esto no solo disminuye a la persona, sino que también refuerza estereotipos negativos, perpetuando la idea de que hay algo mal o faltante en ellas. Al llamar a alguien «deficiente», estamos implícitamente diciendo que es menos capaz o menos valiosa, lo cual es injusto e inexacto. Además, el uso de «deficiente» pone el énfasis en la limitación en lugar de en la persona como un todo. Esto deshumaniza al individuo, reduciéndolo a una sola característica. En lugar de reconocer las habilidades, talentos y contribuciones de las personas con discapacidad, el término resalta aquello que la sociedad considera una falla o deficiencia.

No soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones. Steven Covey

Necesitamos cambiar nuestra perspectiva para ver a las personas en su totalidad, reconociendo sus capacidades e individualidad. Ser etiquetado como «deficiente» puede tener un impacto psicológico negativo. Esta etiqueta puede afectar la autoestima y la autoimagen de una persona, llevando a sentimientos de inadecuación y exclusión. El lenguaje que usamos puede reforzar barreras sociales, creando entornos donde las personas con discapacidad se sienten desvalorizadas o no deseadas.

Necesitamos un lenguaje que empodere, no que desmoralice. El movimiento de derechos de las personas con discapacidad defiende el uso de una terminología que respete y valore la dignidad de las personas. Se prefieren términos como «persona con discapacidad», ya que ponen a la persona en primer lugar, reconociendo su humanidad antes que su condición.

Este enfoque es conocido como «lenguaje de persona primero» y es ampliamente aceptado por defensores de derechos y organizaciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El lenguaje está en constante evolución, y es nuestra responsabilidad adaptarnos a estos cambios para promover una sociedad más inclusiva y respetuosa.

Sustituir el término «deficiente» por expresiones más apropiadas es un paso importante en esta dirección. Al adoptar una terminología más inclusiva, no solo estamos respetando los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad, sino que también contribuimos a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

Evitar el uso del término «deficiente» es más que una cuestión de semántica; se trata de reconocer la importancia de la dignidad, el respeto y la inclusión. Es esencial que seamos conscientes de cómo nuestras palabras afectan a los demás y hagamos un esfuerzo por utilizar un lenguaje que celebre la diversidad humana. Al optar por términos más respetuosos y precisos, estamos dando un paso significativo hacia una sociedad que valora y respeta a todos sus miembros, independientemente de sus capacidades físicas o mentales.

Formación Académica:

  • Máster Universitario de Filosofía para los Retos Contemporáneos (UOC)
  • Grado en Educación Social (UOC – Universidad Oberta de Catalunya)
  • Licenciatura en Filosofía (Faculdade Única)
  • Licenciatura en Educación Especial (Faculdade Única)
  • Grado en Marketing (Faculdade Única)