BLOG _ ROB

Hay palabras que no están en los diccionarios, pero sí en el alma. Anemoia es una de ellas. Imagina que escuchas una canción antigua de los años 50, ves una fotografía en sepia de una familia que no conoces, o caminas por una calle adoquinada que parece detenida en otro siglo.

El término «anemoia», describe la nostalgia por una época que no vivimos, fue utilizado por John Koenig en su obra The Dictionary of Obscure Sorrows (Koenig, 2021). Desde la psicología, este fenómeno puede vincularse con la capacidad humana de empatía, imaginación y la búsqueda de significado en la experiencia emocional. El ser humano no solo recuerda: también sueña, idealiza, construye puentes emocionales con lo que desconoce. (Koenig, 2021; Wildschut et al., 2006).

Y, de pronto, una sensación te invade: una melancolía dulce, profunda, inexplicable… como si extrañaras algo que jamás fue tuyo. Eso es anemoia: la nostalgia por épocas que no vivimos. ¿Por qué sentimos anemoia?

Anhelamos ciertos tiempos pasados, aunque no sean los nuestros, porque proyectamos en ellos valores, emociones o estéticas que tal vez nos hacen falta hoy.

En un mundo que avanza tan rápido, donde lo inmediato nos consume y lo auténtico parece diluirse, es natural que nuestra mente busque refugio en lo que percibe como más simple, más poético, más humano. Incluso si eso nunca existió realmente para nosotros.

No es escapismo, es sensibilidad, la anemoia no es un problema. Es una forma de conexión profunda con el tiempo, con la historia, con la belleza de lo que pudo haber sido.

Nos recuerda que somos criaturas sensibles, que llevamos dentro una necesidad de pertenencia, incluso a épocas pasadas. Que la memoria emocional no siempre obedece a la lógica.

Y quizás, en el fondo, esa nostalgia por lo no vivido habla también de un deseo: vivir con más presencia, más sentido, más emoción.

Sentirnos parte de algo más grande, aunque sea una historia que solo existe en nuestra imaginación.¿Qué hacer con esta emoción? No es necesario «hacer algo» con la anemoia, pero sí podemos aprender de ella.

Preguntarnos qué es lo que nos conmueve tanto de esos tiempos lejanos: ¿La estética? ¿La lentitud? ¿La calidez? ¿La comunidad? Tal vez lo que extrañamos no es el pasado, sino una versión más conectada y sincera de la vida.

Podemos usar esa melancolía como inspiración para crear, para vivir con más intención, para rescatar lo valioso del ayer y traerlo al presente. No se trata de quedarse atrapados en lo que no fue, sino de honrar lo que nuestra alma anhela.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *