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Estaba navegando por TikTok el otro día y me topé con un video que me dejó pensando. Una chica compartía un momento con su madre, quien le daba de comer con cariño porque, al parecer, estaba pasando por una depresión. Lo que más me impactó fueron los comentarios: un montón de gente expresando lo mucho que les gustaría tener una madre así, que los cuidara en momentos difíciles. Muchos contaban cómo sus propias madres los ignoraban o incluso los dejaban con hambre cuando estaban tristes o deprimidos.

Es curioso, ¿no? Siempre nos han pintado a las madres como esas figuras superprotectoras, dispuestas a todo por sus hijos. Pero la realidad es que no todas las madres son iguales. Y no se trata solo de las madres, claro. También hay padres que fallan en ese aspecto, aunque socialmente se les exige menos esa sensibilidad e intuición que se asocia a lo femenino.

Me quedé reflexionando sobre todos esos chicos que se enfrentan a situaciones difíciles, especialmente durante la adolescencia, esa etapa de despertar emocional, de primeros amores, de conflictos en las relaciones… Y lo hacen solos, sintiéndose invisibles ante sus propios padres. Padres que, en lugar de ofrecer apoyo y comprensión, parecen ajenos a su sufrimiento, incluso llegando a minimizarlo o ignorarlo por completo.

La invisibilidad emocional entre padres e hijos es un problema preocupante, cuyas consecuencias pueden resonar con fuerza en la edad adulta. A menudo, los hijos que crecieron sintiéndose ignorados o incomprendidos por sus padres, a pesar de la convivencia diaria, arrastran consigo una profunda sensación de rechazo y dificultad para establecer vínculos sanos.

Sé sincero conmigo, ¿cuántos amigos has conocido que se quejaban constantemente de la falta de afecto y comprensión por parte de sus padres? Algunos padres se aferran a la idea de que la forma en que fueron criados es la única válida y no debe cambiar. Pero existen diversas maneras de educar. ¿Quién soy yo para decir cómo se debe criar a un hijo? Al fin y al cabo, la mayoría de los adolescentes, al llegar a la edad adulta, se convertirán en padres y comprenderán las razones detrás del trato que recibieron, aunque eso no lo justifique.

Recuerdo que, hace años, cuando cursaba bachillerato, una amiga confesó que, por resentimiento hacia su madre, había tenido relaciones sexuales con varios chicos sin protección. Como consecuencia, contrajo una enfermedad de transmisión sexual. Arrepentida, lloraba porque ya era tarde. Muchos adolescentes, para castigar a sus padres por la “invisibilidad” que sienten, se autodestruyen buscando llamar la atención. El problema radica en que algunos de estos padres no fueron educados para identificar las señales de que sus hijos necesitan ayuda.

Antes de continuar, quiero aclarar que no estoy generalizando. Afortunadamente, existen padres que se dedican por completo a sus hijos y les brindan amor incondicional. Más adelante, abordaremos el discurso de aquellos padres que justifican la agresividad como una forma de amor y protección, confundiendo la violencia y el maltrato con el cariño y el cuidado.

La invisibilidad emocional es una forma de maltrato silencioso que deja cicatrices profundas. Reconocerla, visibilizarla y generar conciencia sobre sus consecuencias es el primer paso para construir relaciones familiares más sanas, donde el amor se exprese a través del apoyo, la comprensión y la conexión genuina.

La invisibilidad entre padres e hijos describe una triste realidad: hijos que, aunque compartan un hogar con sus padres, no tienen una verdadera conexión con ellos. Crecen en un ambiente familiar carente de afecto y comprensión, donde la comunicación es escasa o inexistente. Estos niños se sienten ignorados, abandonados y despreciados por quienes deberían ser su principal fuente de apoyo y amor.

Esta desconexión emocional se manifiesta de diversas maneras. En algunos casos, la relación entre padres e hijos se asemeja a la de dos extraños que comparten un espacio físico, pero no un vínculo afectivo. Un amigo me contaba que apenas cruzaba palabras con su padre, un hombre serio y de carácter fuerte, con quien no tenía ninguna conexión. La comunicación con su madre era igualmente superficial.

En otras ocasiones, la invisibilidad surge porque los hijos perciben que sus padres no los comprenden. El miedo a la incomprensión o al rechazo los lleva a reprimir sus emociones y evitar compartir sus conflictos.

En casos más extremos, la confusión entre educación y maltrato genera un ambiente familiar tóxico y conflictivo. Los niños crecen con un profundo sentimiento de agresión interna, fruto de las experiencias negativas vividas en el hogar.

Finalmente, la invisibilidad emocional también se da en situaciones de abandono, donde los niños son criados por otros familiares, recibiendo solo reproches y desdén de sus padres.

Las consecuencias de la invisibilidad pueden ser devastadoras para los hijos, afectando su autoestima, su desarrollo emocional y sus relaciones futuras. Es fundamental que los padres tomen conciencia de la importancia de construir vínculos afectivos sólidos con sus hijos, basados en la comunicación, el respeto y la comprensión.

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