Perdí la oportunidad de contemplar el amanecer, ya que para mí la luz del sol era un tormento eterno.
He perdido las largas charlas con mis amigos, pues siempre tenía una excusa, ya que deseaba estar sola.
He perdido la oportunidad de bailar hasta quedarme agotada, sin apenas saber bailar.
Perdí la oportunidad de conocer otros sitios y desconectarme, ya que la pereza me hacía pensar que todo era difícil.
Perdí la oportunidad de decirte que te quería por miedo al rechazo.
Perdí la oportunidad de antojarme con aquel pastel de chocolate que tanto me hacía la boca agua, ya que prefería pasar hambre porque creía que tener un cuerpo delgado me aseguraba tener más éxito, cuando no es verdad.
Perdí la oportunidad de tantas cosas, porque solo deseaba ser escuchada y jamás permitía oír a los demás.
Perdí la oportunidad de bañarme desnuda a la orilla del mar por miedo al qué dirán.
Ahora que deseo recuperar lo que perdí, desgraciadamente el tiempo no es tan piadoso como creía ¿Y la culpa de quién es?
Dicen que solo valoramos las cosas cuando las perdemos, pero es al revés: cuando perdemos lo que creíamos que era verdad, como las obsesiones que nos esclavizan, nos volvemos libres.
¿Pero dime, qué perdí?
La oportunidad de arriesgarme a lo desconocido
De amar o quizás de enamorarme y no encapricharme.
Perdí la oportunidad de reírme de mis equivocaciones sin culparme por lo sucedido.
Aún hay tiempo de recuperar lo que he perdido, de volver a alzar el vuelo sin miedo.
Derechos exclusivos: Robson Marins De Abreu