
Perdonar no es simplemente un acto de generosidad hacia el otro; es, sobre todo, una forma de liberarnos a nosotros mismos del peso emocional del daño sufrido.
Sin embargo, hay personas que podemos perdonar con más facilidad, mientras que a otras les guardamos rencor durante años. ¿Por qué sucede esto?Una de las razones más profundas tiene que ver con la intensidad del daño que sentimos.
Cuanto más profunda es la herida, más difícil resulta soltar el resentimiento. No es lo mismo una palabra desafortunada que una traición; no se procesan igual un olvido que un abandono.Además, influyen otros factores:El vínculo emocional con la persona que nos hirió: a veces, el amor que sentimos por alguien nos lleva a perdonar más rápido.
Otras veces, ese mismo amor hace que duela más, y por eso nos cuesta el doble.La intención percibida: no es lo mismo cuando sentimos que alguien nos hizo daño sin querer, que cuando creemos que lo hizo con plena conciencia.
Nuestra historia personal: hay heridas viejas que se reactivan con ciertas situaciones. Por eso, lo que nos hiere hoy, a veces tiene raíces mucho más profundas.El perdón no significa justificar ni olvidar, sino dejar de cargar con lo que nos lastima. Es un proceso, no una obligación. Y cada uno lo vive a su ritmo. Entender por qué perdonamos a unos y a otros no puede ser el primer paso para sanar desde la compasión, tanto hacia los demás como hacia nosotros mismos.