es dejar de sentirse responsable por ellas

Durante mucho tiempo se ha difundido la idea de que para sanar emocionalmente es necesario alejarse de las personas tóxicas. Y sí, el contacto constante con quienes nos hacen daño puede ser destructivo. Pero lo que realmente transforma no es solo cortar la relación, sino romper el vínculo emocional con la creencia de que somos responsables por los problemas y emociones del otro.
Muchas veces, lo que nos mantiene atados no es el amor, ni el afecto, sino un sentimiento profundo de culpa. Pensamos que si nos vamos, esa persona se va a desmoronar, y que será nuestra culpa. Nos sentimos emocionalmente responsables de su estabilidad, de su crecimiento, incluso de su dolor. Pero hay algo importante que necesitas recordar: tú no eres el salvavidas emocional de nadie.
Tú no viniste al mundo para rescatar personas que no quieren ser rescatadas. No estás aquí para cargar con el caos que otros eligen no enfrentar. Por más que ames a alguien, no puedes cambiar a quien no quiere cambiar, ni puedes sanar heridas que la otra persona insiste en mantener abiertas. Intentar hacerlo es como querer tapar un agujero en un barco que no es tuyo, mientras el verdadero dueño sigue haciendo más grietas.
Y mientras te culpas, te desgastas emocionalmente, e incluso te disminuyes como persona, el otro sigue igual. Porque no es tu lucha, no es tu carga. Estás intentando solucionar un problema que no está en tus manos, y eso no solo es injusto contigo: es insano.
Sanar, entonces, es soltar. Es mirar con compasión, pero sin cargar. Es poder decir “yo te veo, pero no me hundo contigo”. Y esto no es frialdad, es autocuidado. Es amor propio.
No se trata de dejar de amar, sino de dejar de sufrir por amor. Se trata de entender que ayudar no es sacrificarse, que apoyar no es anularse, y que acompañar no significa asumir los problemas del otro como propios.
Algunas personas se pierden en la idea de que su valor está en cuánto aguantan, en cuánto dan, en cuánto se sacrifican. Pero la verdad es que el amor real no exige abandono personal. El amor maduro se construye con responsabilidad compartida, no con un salvador y un rescatado.
La verdadera cura no es cortar el contacto con alguien: es cortar el vínculo emocional con la idea de que tú debes solucionarlo todo. Es dejar de cargar mochilas que no te pertenecen. Es entender que tu paz no puede depender de la sanación ajena.
O te liberas ahora, o seguirás intentando sostener lo insostenible, ahogándote en un mar de responsabilidades que no son tuyas. Y eso no es vida: es agotamiento emocional disfrazado de amor.
Tú también mereces ser cuidado. No olvides eso.