BLOG _ ROB

Un corazón demasiado noble

Tengo una amistad con un catalán desde hace más de ocho años. Cada vez que nos encontramos, me cuenta anécdotas que, para mí, parecen más historias de terror que relatos cotidianos. A diferencia de él, que sigue creyendo en la bondad inherente del ser humano, yo soy mucho más cauteloso con las personas y, dependiendo de lo que me hagan, me cuesta perdonar.

Una de sus últimas historias me dejó especialmente impactado. Había conocido a un chico por redes sociales y, tras quedar varias veces, decidió encontrarse de nuevo. Sin embargo, esta vez fue diferente. Durante la cita, el chico le confesó que tenía problemas familiares y que estaba desesperado porque no conseguía trabajo. Mientras hablaban y tomaban un café, mi amigo comenzó a sentirse mal. Se dirigió al coche junto con el chico y le pidió que llamara a emergencias. Lo siguiente que recuerda es haber despertado en el hospital, sin su cartera ni sus pertenencias. El chico lo había drogado y robado.

Lo que más me sorprende de esta historia es que, a pesar de lo ocurrido, mi amigo no dejó que el miedo lo paralizara. Sigue conociendo nuevas personas, confiando en que no todas son como aquel chico. Si yo estuviera en su lugar, probablemente habría entrado en pánico y optado por aislarme, perdiendo cualquier deseo de abrirme a los demás.

Recuerdo que, en el pasado, yo era más como él. Influenciado por creencias religiosas, confiaba en que todas las personas eran buenas por la naturaleza. Pero con el tiempo, la vida me mostró cuánta maldad puede estar oculta y cuán comunes son las manipulaciones. He vivido experiencias con personas que intentaron convencerme de que yo era el problema, mientras, por detrás, mencionaban y manipulaban para su beneficio.

Reflexionó a menudo sobre estas dinámicas humanas. Muchas veces culpamos a otros amigos, parejas o incluso el entorno por nuestras decisiones, como caer en el abuso de sustancias o comportamientos dañinos. Pero la verdadera pregunta es: ¿fuimos influenciados o permitimos que nos influyeran para encajar? No se trata de señalar culpables, sino de preguntarnos qué papel jugamos en estas situaciones y cómo podemos aprender a protegernos sin perder nuestra esencia.

Admiro la resiliencia de mi amigo. Aunque creo que siempre es prudente aprender de las malas experiencias, me pregunto si mi desconfianza, por necesario que me parezca, no me estará alejando de conexiones auténticas. Quizás la clave no sea desconfiar de todos, sino aprender a establecer límites claros, protegernos cuando sea necesario y, aun así, mantener abierta la posibilidad de encontrar bondad en los demás.

Al final, cada experiencia nos enseña algo, ya sea sobre las personas o sobre nosotros mismos. Y tal vez, como mi amigo, aún podemos seguir adelante, recordando que no todos los corazones están llenos de oscuridad. Pero la realidad es que hay que tener mucho cuidado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *